Mi querido director, llevo días leyendo atentamente posts en Linkedin, buscando inspiración para mi siguiente artículo. Me ha costado. Veo que nos enrocamos en determinados temas. Pero tras mucho leer, creo que la he encontrado.
Soy la persona más crítica que hay hacia el mundo organizacional y el bienestar del empleado. Soy la que te planta cara a ti, «Mi querido director». Porque nunca seré conformista y porque creo que la única forma de que cambien las cosas es buscar, de forma constante, cómo podemos mejorar.
Me sorprende gratamente ver como mucha gente ha dedicado un post de agradecimiento a «Mi querido director» y veo que ya empieza a extenderse en mucho sectores. Personas que, en resumen, decían estar viviendo situaciones complicadas en lo personal y sentían que tu estabas ahí, ofreciendo el apoyo que necesitaban en ese momento y como facilitador, sustento y apoyo para su conciliación entre lo profesional y lo personal.
No quiero usar el término de conciliación. Conciliar es tener horarios flexibles, adaptar lajornada a las necesidades diarias (esenciales y básicas), aprovechar los ritmos para sacar el trabajo en las mejores condiciones de calidad y tiempo…conciliar para mi es, hacer la vida bonita para que podamos DISFRUTAR de lo profesional y lo personal. Pero, hay cosas que no hay que conciliar, simplemente deben ser así. Nos enganchamos a esta palabra ya para todo. Pero no deberíamos hablar de «medidas de conciliación» cuando alguien tiene que acompañar semanalmente a un hijo a sus sesiones de quimio, a su tratamiento para el autismo, o infinidad de situaciones más.
Y no puedo más que decir…¡Bravo! Porque con todos esos posts se detecta que muchos de vosotros estáis empezando a entender la importancia de establecer el equilibrio entre lo productivo y lo meramente humano. Tú ganas y el trabajador gana…
Hace unos días escribí sobre la permanencia. Y como aún hay quien cree que el sentido de pertenencia se pierde cuando la gente no está en la oficina….Nadie va a elegir NUNCA a una empresa por encima de sus hijos, de sus padres, de sus necesidades básicas y prioritarias, de su enfermedad, de su tristeza… Pero en cambio, la elegirá PARA SIEMPRE cuando esas necesidades estén cubiertas y se sientan arropados.
¡Arriba ese principio de Maslow aplicado a la permanencia!
Te hago una reflexión, «Mi querido director», ¿Por qué seguimos con la necesidad de tener que elegir? ¿Por qué tenemos que seguir angustiados en situaciones personales porque no tenemos el apoyo de la empresa? ¿Por qué el final del colegio o días sin cole nos supone uno de los momentos de mayor tensión y agobio anual? ¿Por qué el verano es estresante? ¿Por qué tenemos que agendar con miedo el tratamiento médico de un familiar? ¿Por qué tenemos solo 2 días para enterrar el dolor de perder a un ser querido? ¿Por qué algunos tienen situaciones personales complejas que no eximen de su buen hacer profesional pero solo necesitan adaptación?
…¿Por qué no preparamos la sociedad hacia un equilibrio justo? Todos con obligaciones y derechos, pero en un entorno de flexibilidad, adaptación y…¿vida sana?.
Y hablo en términos de sociedad porque este ejercicio de bienestar debe recaer en todos. Mientras siga habiendo personas (trabajadores) que abusen de la confianza y que se aprovechen de las situaciones… muchas serán las empresas que, desde la desconfianza, no se atrevan a dar el paso, que consideren que la monitorización de las personas es correcta y que sigan pensando que «la hora» es sinónimo de productividad.
Hoy quiero seguir desde la casilla del optimismo, del orgullo y de la positividad. Quiero pensar que se está logrando dar grandes pasos hacia el futuro. Que estamos saliendo del canon de los libros e innovando para seguir evolucionando a modelos donde cada vez la gente se sienta más plena trabajando.
Gracias. GRACIAS «Mi querido director», competencia inclusive, que te esfuerzas cada día en mejorar tus políticas en bienestar. Por invertir en tu gente; por primar a la persona por encima de la facturación; por reforzar tus equipos de Personas (RRHH) para lograr mejores resultados; por preferir ir un poquito más despacio, a cambio de tener equipos consolidados y felices; por tener un alma de colores y corazón. También a los compañeros que lo son con todas su letras. Y a todos los millones de trabajadores que son justos con sus empresas, consiguiendo que estas se desenvuelvan en un ritmo de confianza y profesionalidad, permitiendo que estas políticas puedan llevarse a cabo.
Yo, solo concibo trabajar en empresas en las que los números solo estén en un Excel y donde las personas sean tratadas con dignidad y respeto. Y, de momento, he tenido la suficiente confianza en lo que hago como para no querer estar en sitios donde las medidas sostenibles no han tenido cabida. Quiero estar en un entorno donde puedo seguir implantando procesos que ayuden a deshacer el nudo en el estómago que nos genera, muchas veces, nuestra vida personal. Y, sobre todo, quiero que las cosas pasen, sin quedarme atascada en catálogos de beneficios, en intenciones, ni buenas palabras para «escurrir el bulto». Las cosas solo pasan cuando las haces, mientras tanto son solo cúmulos de intenciones incumplidas de frustración.
Actualmente, confieso que vuelvo a sentirme en una empresa que me permite vivir ese «match» absoluto en eso del bienestar organizacional. Donde incluso yo misma he llegado a sorprenderme con algunas medidas que quedan muy lejos del mercado. Porque esa es la clave, no moverse por un mercado que te marca el ritmo, sino por tu plena convicción de cómo deben ser las cosas para que la gente sea feliz.
Muy orgullosa de ver la evolución en tantos post positivos en LinkedIn a tantos «Mi querido director» que se están subiendo al carro de la sostenibilidad social… ¡Vamos por el mejor camino!